Algunos rincones de la envidia
"La maternidad no es un contrato de perfección. Es un campo de batalla, a veces lleno de rivalidades silenciosas." - Joan Crawford, actriz estadounidense
Hace tiempo hablé de la envidia.
De la envidia que podemos tenernos las unas a las otras y en que lugar nos deja eso.
Así como del daño que causa nuestra envidia.
Pero hoy quería hablar de uno de los lados del prisma de la envidia.
La envidia entre madres e hijas.
Recuerdo que conocí a un chico que había estudiado filosofía y terapias naturales.
Me habló de un libro llamado “El encuentro con la sombra”.
Es un libro que solo leí el capítulo que él me recomendó y un poco del principio. Le tengo sin terminar.
Pero trata sobre esos lados oscuros que tenemos todos los humanos y nos empeñamos en negar.
Curiosamente, un capítulo estaba destinado a la envidia entre madres e hijas.
[También había otros como la deshumanización para la justificación del Ku klux klan o el nazismo]
Básicamente, comentaba cómo a veces nuestros padres luchan mucho para darnos una mejor vida, y a la vez, cuando lo consiguen se sienten molestos porque lo tenemos todo muy fácil [al menos más que ellos], entonces, por mucho que nos quieran, también nos limitan, perjudican o boicotean.
Me hizo especial gracia, porque era algo que había pensado, pero que creía que era una paranoia mía.
Siempre he pensado de mi abuela que le tenía celos a mi madre. Su relación ha sido bastante mala. Básicamente, mi abuela trataba mal a mi madre, y mi madre, con tal de ganarse su amor, más y más intentaba complacerla, sin éxito.
Con el libro comprendí que no era una paranoia y eso que veía era real.
Mi abuela tenía celos de mi madre y la maltrataba.
Pero también me hizo clic en mi propia situación con mi madre.
Caí en la cuenta que a veces, cuando se enfada, no sé bien por qué, me salta con comentarios de que ella ha hecho más cosas en la vida que yo. Que ha salido más que yo, a modo de desautorización.
Lo cual, es lógico, puesto que tiene más años que yo.
No comprendía ese tipo de comentarios, hasta que un día caí en la cuenta de que no.
Mi madre no ha hecho más cosas que yo.
Tiene más edad, pero siempre ha hecho lo mismo.
Y ahí identifiqué la envidia.
Mientras que mi abuela trataba mal a mi madre por envidia, mi madre me desautoriza a mi.
Vaya panorama.
Cómo bien indicaba el libro, son comportamientos de nuestros padres que no están dispuestos a reconocer, pues saben que son malos comportamientos y muchas veces se hacen llevados presa de la emoción. Con cero racionalidad. O simplemente es un modus operandi que adoptan con nosotros mientras nos dicen que nos quieren mucho y que por nosotras y nosotros matan.
Todo esto me vino a la cabeza hace unos meses viendo una película española llamada Handia.
El ejército llamaba de puerta en puerta para que cada familia donase a un hombre para ir a la guerra. Un padre demasiado mayor para ir a la guerra tiene que decidir entre sus hijos mayores y elige al más fuerte.
El hijo sobrevive a la guerra, pero con un brazo inmovil y con los años le pide explicaciones al padre de por qué lo eligió a él. El padre dice que él no eligió, que el ejército entró y se lo llevó.
A su vez este hijo que sobrevivió a la guerra le pide al padre dinero para irse a las Américas, pero el padre dice que no tiene. Tiempo después, el padre manda al hermano pequeño a las américas a hacer dinero y negocios. Ante la frustración del hijo mayor, que le dice a su padre “si sabías que quería irme a las Américas ¿por qué no me diste el dinero a mí para ir?” A lo que el padre responde que no sabía que quería irse a las Américas, pero que ya no puede hacer nada.
El padre, que manda a su hijo a la guerra, después le impide irse a las Américas. Mientras salva de la muerte al hermano más débil y manda a las Américas al hermano pequeño.
Podríamos pensar que es gestión de la familia, pero no es tan sabio el padre.
Aunque esta historia es entre hombres y no conozco ninguna entre mujeres, nos sirve igual para saber que estas cosas ocurren y las vivimos.
La idea de familia como entorno seguro no se da en todas las casas. La familia, a veces, es un gran limitante. Y no me refiero por temas de enfermedad o dinero.
La envidia es una emoción tan válida como las demás, pues por algo existe, pero cabe la pena pensar en su significado. En reconocerla, en vez de negar su existencia.
No hablemos ya de las envidias y rivalidades entre suegra y nuera. La desconocida que se lleva a tu pequeño y ahora tiene toda su atención mientras ya no tiene tanto tiempo para la madre. O de ese marido que no te hace caso, pero que es dulce y atento con su niñita.
No nos gusta ser las personas envidiosas, preferimos pensar que las otras personas son bla bla bla y, por tanto, se merecen nuestra crítica, o el daño que somos capaces de causar.
Pero no es verdad.
No es más que negar algo que socialmente sabemos que está mal.
Algo que nos empequeñece, porque en verdad es así. Nos empequeñece.
Nos empequeñece ser personas envidiosas.
Para huir del empequeñecimiento al que nos sometemos no hay que negarlo y hacer como que no existe. Hay que asumirlo y elegir hacer las cosas de otra manera.
Y más aún sí cabe con la gente de casa.
A fin de cuentas mamá es la que nos proporciona el alimento, nos cuida, el lugar seguro. ¿Qué pasa si no sentimos a mamá como un lugar seguro porque nos “hace daño” con su envidia irracional? La envidia siempre hace daño.
Cabe la pena pararse a reflexionar las relaciones con tu madre, y si eres madre, con tus hijas.
🎄⭐*Aviso: Hacemos un stop y volvemos a la vuelta de las navidades⭐🎄
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